Por José Antonio
Hace algunos años, en la Coruña, un matrimonio comprometido en la formación de seglares con los Cursillos de cristiandad, se acercó a mi al final de una clase de Biblia de Tercero, y para exponer un pensamiento o un diálogo me dijo: “Está claro: Nosotros no podemos cambiar el mundo pero…” Antes de que pudiera exponer el motivo de la conversación iniciada la interrumpí diciéndole: “Perdona. Sí que podemos cambiar el mundo”. Sorprendida inmediatamente por mi osadía, añadí inmediatamente lo recordado en aquella clase de la que salíamos. “De hecho fue lo que hicimos hace 2000 años”.
Fue como un recuerdo muy profundo de lo ocurrido en las Primeras Comunidades después de una inmersión total en aquellos lejanos años. Estábamos adquiriendo alguna experiencia en este avance de la fe, siguiendo unos pasos en los que habíamos sido iniciados por José Antonio.
Se que hoy estamos unidos aquí, muchas personas de vocación y experiencia religiosa, que por su experiencia y propia vivencia nos corregirían diciendo: “No ha sido José Antonio. Ha sido el Poder del Altísimo. Ha sido el Espíritu”. Aceptada la corrección, pero permítasenos que, como seglares, podamos expresar nuestro cariño a quien como a seglares nos trató, dándonos a conocer lo necesario para saber distinguir que lo que se entendía por “Palabra de Dios”, era sencillamente “LA PALABRA”. Nuestro querido amante de la Palabra nos la presentó. Pero al hacerlo nos introdujo en la historia de un Pueblo al que sentíamos bastante lejano. Poco a poco fuimos comprendiendo que hablando de aquel Pueblo, también estaba hablando del nuestro, de nuestra civilización, incluso de nuestras personas. Como si fuese una especie de magia que iba sacando sentidos tan profundos de una cesta llamada Palabra, que se escribía con tan pocas letras, pero que contenía en sí tan hondos significados para la historia de los hombres, de los seres humanos. Nos hizo conocer la historia de un Pueblo y sus métodos de expresión para conducirnos a comprender que La Palabra, cuando así suena de verdad, cuando de verdad se oye e interpela, es cuando la oímos en la propia Vida.
Pasaron muchos años desde aquello. Hoy, desde aquí abajo, desde nuestras vidas ya construidas por tan distintos caminos, nos dirigimos a un José Antonio que ya está fusionado en el Ser del Altísimo, e intentamos expresar lo que nuestro corazón desea decir y no sabe. Hoy me gustaría emplear el “Nos” como si entre lo que digo pudiese expresar vuestra propia vivencia y solo puedo emplear el Yo. Pero no el yo particular de mi persona, sino el Yo mas profundo que nos une a todos en el Uno que somos. Deseo con toda mi alma que nadie se sienta molesto y la única manera que se me ocurre es hacerlo desde ese Yo Único.
Por eso deseo contar que mi agradecimiento personal hacia José Antonio va bastante mas lejos de los conocimientos adquiridos en aquellos tres cursos de hace cerca de cuarenta años. Y va más allá porque hoy puedo representar aquí a un racimo copioso de personas, en este caso de la Coruña, pero todos sabemos, que las enseñanzas de José Antonio fueron sembradas por toda Galicia.
Este virus, el Covid 19 nos tiene confinados, pero todos nos sentimos unidos aquí, en esta iglesia, donde celebramos y evocamos al mismo José Antonio, para que se sepa acompañado en este momento de intima Fusión con quien nos creó.
El fallecimiento de José Antonio produjo en muchos de nosotros un vértigo inesperado, sin embargo anunciado por los signos de los tiempos: “Que va a ser ahora de nosotros”? Un vértigo en el que hemos podido comprender tantas frases de desánimo y cansancio ante la sordera producida por la apatía y la desolación que nos envuelven, porque este desánimo se siente más claro, cada vez que una persona de estas que ha tenido tal importancia en nuestra comprensión de la Palabra desaparece. Pero siempre aparece un nuevo profeta anunciando la Esperanza en medio de la desesperación. Nosotros siempre recordaremos a José Antonio, y él, hoy con su enamoramiento ya está fusionado en el Amor de Dios. El nos ha abierto el camino y ahora nosotros ya estamos con las alas abiertas, preparadas para continuar. Porque eso es lo que pasó en la Resurrección, y esta es la Cuaresma que nos toca vivir, preparando así ese nuevo Nacimiento del que todos los Evangelistas hablan.
Por ello está bien, es bueno asumir el Silencio como expresión de la Palabra que, estando en y entre nosotros, siempre será pobre y pequeña, y declararnos también como sus amantes, porque Ella ha sido quien ha dado sentido a nuestras vidas. José Antonio ha sido el encargado por Cristo para hacernos ver que lo que buscábamos ya estaba en y entre nosotros.
Bendito sea Dios que así nos acoge bajo sus alas.